Hoy hablaré de una de las más emocionantes y deportivas pescas de todas cuántas practicamos en el delta: el spinning o lance pesado. No soy muy amante de anglicismos así que evitaré usarlos demasiado, aunque esté de moda. Es inevitable usar el término spinning, ya tan difundido, pero la jerga anglosajona que puebla el vocabulario de los pescadores modernos me marea, la verdad.
Aquí navegamos poco y lanzamos mucho. Esa es la clave: la situación del delta y su particular ecosistema nos permite “salir pescando” del embarcadero. Palometones, anjovas y lubinas, capturas nada desdeñables nos ocupan a menudo. Pero la proximidad casi insultante de grandes bancos de atún rojo a escasa distancia de la desembocadura debido a varios factores de sobra conocidos y debatidos en los que no me voy a extender, nos ha traído un nuevo reto. Para ello hemos sobredimensionado los equipos: cañas de acción potente (50 Lbs.) especialmente concebidas para pesca extrema y popping tropical son las ideales, también sirven algunas de pesca vertical. Una buena reserva de potencia a pesar de la flexibilidad se antoja imprescindible.
Los carretes son el alma máter de la cuestión. Con freno potente y fiable y capaces de albergar una buena reserva de trenzado de 60/80 Lbs. mínimo. No diré marcas pero todos sabemos que para librar combates con un pelágico que puede arrancar a 100 km/h. con nuestro señuelo en la boca, no podemos andarnos con paños calientes, si no queremos cambiar de carrete cada dos salidas. Hay que hacer un desembolso importante, es cierto, pero, a la larga, resultará barato. Si vamos a salir unas cuantas veces al año, de acuerdo, un carrete de potente freno y capacidad elevada de línea, ratio elevado y precio contenido nos servirá…, con suerte; pero si le vamos a dedicar horas y horas a esta pesca extrema, vayamos preparando un presupuesto acorde a un equipo de élite. Doy fe que esto es así.
Finalmente un bajo de línea de fluorocarbono de 80 Lbs. aproximadamente (como mínimo) de longitud un tercio más del tamaño de los atunes que pretendamos pescar para evitar roturas por abrasión. (Aquí el calibre y la resistencia depende mucho de la marca y el precio), con un buen nudo de unión bien testado y lo más fino posible para que las anillas no frenen el lance si trabajamos con cañas cortas; aunque muchos prefieren bajos más cortos y el nudo por fuera de las anillas. Hay muchos nudos válidos, lo importante es hacerlos a conciencia y tener recursos para improvisar a bordo cuando tengamos que cambiar el bajo al detectar el mínimo roce o deterioro en el terminal y estar preparados para el próximo combate.
Cuánto más fino pesquemos, mayor número de picadas, sobre todo cuando andan remisos y la pesca se antoja más selectiva. Esta es una máxima incontestable; pero con el atún rojo hay que ponerla en cuarentena en determinadas ocasiones. Sobre todo cuando ves que rondan ejemplares que superan los 50 kg con creces.
Ya estamos en la mar, y ahora viene lo bueno: localizarlos. Las marcas recientes serán la primera referencia. Es de Perogrullo, pero donde salieron ayer es por donde hay que empezar hoy. Los pescadores continentales siempre han sabido lo del “sentido del agua”, pues esto en la mar también sirve pero con matices. Aquí se trata de la suma de muchos elementos: el tiempo, la corriente, la presión atmosférica, los bancos de pez pasto que se rigen por todo ello y sobre todo las aves marinas. Estas últimas (aunque no siempre) son nuestros “chivatos”, pero hablan idiomas sutiles que hay que saber interpretar. Dar con el frenesí de un banco de atunes masacrando una enorme bola de sardina, es el sueño de todo pescador. Pero esto solo ocurre en contadas ocasiones y en determinada época.
La aproximación certera de la embarcación a la pajarera si la hay, o a los atunes “delfineando” tranquilamente en ciertas ocasiones, puede ser la clave del éxito. La labor del patrón es fundamental. Hay que tener en cuenta la trayectoria del banco y adivinar la próxima salida o dónde están comiendo, guiados por las aves o las señales en el agua. También tendremos en cuenta el viento real, si lo hay, para que el pescador, a ser posible, lance el señuelo con viento a favor. Las paradas bruscas pueden dar al traste con el lance, asustar a los peces y, lo que es peor, provocar un incidente en la tripulación, ya de por sí nerviosa e inestable ante la que se avecina. Máxime con mar revuelto. Parar el motor no me parece que ayude mucho por experiencia, aunque hay opiniones para todos los gustos.
Ya estamos encima de ellos, y ahora… ¿Qué les lanzamos? La pregunta del millón. Cada pescador de atunes tiene su señuelo, el que más pesca. Y es cierto que hay señuelos que pescan más. Nosotros usamos paseantes flotantes, hundidos, poppers, jigs….etc. Streamers, o sea moscas, hechos por nosotros mismos o vinilos propulsados por bombetas de 60 gramos son muy efectivos si asemejan aquello que están comiendo. Yo me quedo, sin duda, con un brutal ataque en superficie a un paseante o popper movido adecuadamente, aunque lanzaremos más lejos si usamos hundidos de elevado peso. Últimamente ha habido una explosión de oferta de señuelos infalibles, dada la creciente demanda, algunos muy efectivos . La verdad es que lo que hoy funciona, mañana puede desesperarnos sin saber muy bien la razón. Si los armamos con anzuelos simples evitaremos males mayores al atún y un desanzuelado más seguro para todos.
Ya hemos acertado el día, el lugar, la hora de actividad, el señuelo, el lance y estamos en combate. Pues ahora viene lo difícil. Si el equipo y la espalda lo permite lo alargaremos lo justo. Se hace imprescindible en los momentos finales un patrón avezado y un skipper diligente con el salabre gigante a modo de camilla si el ejemplar lo permite. De lo contario, mejor desanzuelarlo en el agua. Ganchos y garfios mejor ni embarcarlos.
Tan importante como el equipo de pesca es inmortalizar la captura o el combate con un buen equipo audiovisual. que ya está al alcance de todos los bolsillos y que permite grabar preciosas imágenes incluso subacuáticas, y que otorga más sentido, si cabe, a la obligatoria e inexcusable suelta de nuestro oponente. Es un imperativo legal como todos sabemos pero sobre todo es una obligación moral para todo pescador deportivo asegurarse de que el atún, después de un noble combate, regresa a su medio en perfectas condiciones.